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DISCIPLINA CON DIGNIDAD

   Hoy en día, uno de los principales problemas que encontramos en nuestros colegios es el control de la disciplina en los estudiantes, es común escuchar a los padres de familia quejarse porque sienten que los maestros de sus hijos no tienen autoridad, los maestros se muestran desesperados en las aulas, porque los alumnos los retan o no siguen instrucciones, tenemos escuelas en donde a diario tenemos que atender casos de estudiantes que se agreden verbal y físicamente, en donde hay exclusión de algunos de ellos, por el simple hecho de ser gordos, feos o porque no comparten los mismos intereses de los que son considerados los populares de la institución, en otros países aunado a esta problemática, nos conseguimos con los alumnos discriminados por sus diferencias culturales y raciales. Todo esto ha llevado a los docentes a una especie de desesperación, porque no consiguen qué hacer para mantener el orden y la paz dentro de sus aulas, en los espacios comunes de la escuela, como son las áreas de recreo, comedores escolares, baños y en los espacios deportivos.

   Pedagogía Sistémica, plantea una visión de la disciplina fundamentada en los órdenes del amor de Bert Hellinger, los cuales desarrollo a continuación y los enfoco hacia el tema que estamos tratando:

  • 1er orden: Orden, Jerarquía y Pertenencia:  
    Éste nos permite ubicarnos en nuestro lugar. Lo primero que los estudiantes deben reconocer es la jerarquía de sus padres y luego la jerarquía de los maestros. Los docentes debemos tener muy claro, que nosotros no somos iguales a los padres de nuestros estudiantes, ya que ellos van a estar primero que nosotros, porque son los que le dieron la vida, pero ante los alumnos, el maestro siempre va a estar en una jerarquía mayor a la del alumno.  
   Cuando nos conseguimos con estudiantes que cuestionan la intervención del docente, estamos ante un caso, en donde el niño o joven no respeta la jerarquía, porque él siente que está al mismo nivel del docente y en la mayoría de estos casos, es debido a que el adulto se ha salido de su lugar de maestro, ya sea con comportamientos que lo sacan de su sitio o llevando a cabo tratos hacia los alumnos que les da a entender que el es su amigo, confiándole sus asuntos personales o jugándose con ellos, como si el fuera uno más del grupo y hay que tener muy claro, que si bien el adulto debe ser cercano al estudiante, no debe colocarse nunca en la figura de amigo de sus educandos, ellos no pueden ser amigos, ya que el rol de amigo implica una serie de cosas, que el maestro, desde su lugar no debe hacer. El amigo solapa cosas y un maestro no puede solapar cosas.

   Por esto es tan importante que asumamos nuestro lugar y cambiemos ese discurso que a veces utilizamos para "ganar la confianza" de los estudiantes, al decirles que somos sus amigos. Un educando no busca en nosotros a un amigo, para eso están sus compañeros, buscan en nosotros a una persona adulta, cercana, pero que esté en su lugar de docente y que le ponga límites. El maestro - amigo, termina siendo irrespetado por los estudiantes y por los padres de éstos. Esta misma situación se da con el educador que dice y manifiesta que él no está allí para poner disciplina, que él sólo va a dar su clase. Este es un maestro que no ocupa su lugar de docente y por ende, los estudiantes terminan no respetándolo.

   Los profesores pertenecemos al sistema de los docentes, no al sistema de los amigos y compañeros de los estudiantes y mucho menos somos del sistema de los padres y madres de familia.

  • 2do Orden: Equilibrio entre Dar y Tomar:
 El papel del educador es DAR y del estudiante RECIBIR. Si un docente quiere tener autoridad dentro del aula de clase, debe llevar la misma preparada, con buenos recursos didácticos, estar disponible para los niños, jóvenes con quien trabaja y debe dar la clase. Esto no quiere decir que sea una clase vertical centrada en el docente, ni con un enfoque magistral, puede ser muy dinámica, pero quien la conduce es el educador y él es quien da y explica la información necesaria, no los alumnos. Los estudiantes pueden aportar, participar, intervenir, pero el que cierra las ideas y quien orienta estas intervenciones es el maestro.  
   En este segundo orden, la posición del estudiante es de tomar el aprendizaje y nosotros debemos estar muy atentos a que todos lo hagan, porque a aquel niño o joven  que no lo haga, yo como educador no lo puedo obviar o ignorar, no puedo decir que es un flojo y dejar de prestarle atención, porque él o ella no hace nada o hace poco, al actuar de esta manera lo estoy excluyendo y mi función es integrarlo y por ese estudiante me debo preocupar y tengo buscar todas las herramientas pedagógicas y psicológicas para que tome el aprendizaje y salga adelante.

  • Tercer Orden: Consciencia:
   Cuando en la escuela cada una de las partes o sistemas que interactúan en ella, padres, docentes y alumnos toman consciencia del orden y jerarquía que ocupan, del equilibrio que debe haber entre el dar y el tomar, el aprendizaje y el desenvolvimiento del chico en la escuela es muy satisfactorio.
    
   En definitiva, cuando los chicos no miran la autoridad, los profesores debemos recurrir a hacer que miren a sus padres, para que desde su lugar puedan experimentar la posibilidad de ordenarse con sus profesores.
    Es muy importante que los padres de familia tengan en su corazón a los profesores y eso es un objetivo que se puede lograr si en las escuelas se trabaja desde el primer momento que los padres vean , lo siguiente:
  •  Padres y maestros tenemos un mismo objetivo: la educación de sus hijos que son nuestros estudiantes.
  • No somos de equipos distintos, aunque pertenecemos a sistemas diferentes, formamos parte de una unidad que trabaja para un mismo fin que es la Educación y bienestar del hijo o estudiante.
  • Si nosotros miramos la autoridad de los padres y ellos miran nuestra autoridad, a los chicos no les queda más que mirar los límites.
   Los maestros debemos incluir a todos y trabajar a los niños agresivos con amor, cuando surgen peleas o tenemos en frente a  estudiantes que se pelean o que atacan a los otros, tendemos a centrar nuestra atención en el agredido y no vemos qué sucede en el agresor, a ese niño también debemos mirarlo y darle nuestro apoyo, porque él actúa así por un inmenso dolor profundo y tenemos que entender que la agresividad es una manifestación de dolor y el dolor es un amor roto. Cuando cambiamos esa actitud de regaño y castigo hacia el estudiante perpetrador, por una actitud de escucha y reflexión, el profesor logra poner en su corazón el gran amor de los chicos, expresado en su agresividad y ellos en su alma lo perciben.

Geraldine J. Lange Rodríguez
Lic. Educación Mención Cs. Sociales. UCAB- Venezuela

Msc. Dirección de Centros Educativos. Centro Universitario Villanueva- Universidad Complutense, Madrid-España
Diplomada en Pedagogía Sistémica –CUDEC- México - Fundación Internacional Planeta Libre- Cátedra de la UNESCO, UCV, Venezuela
Twitter: @geralange
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